El secreto del cofre. (Escritos recónditos)
Una tarde de verano caminando a lo largo de la playa, Oscar se encontró un pequeño cofre metálico que estaba algo oxidado. Lo levantó y tratando de quitarle con sus manos el óxido que tenía, pudo ver la ranura de una cerradura muy rara. Oscar, por primera vez desde hacía mucho tiempo estaba feliz, no era común que le sucedieran cosas interesantes, y ahora tenía un secreto que descubrir.
Al llegar a casa luego de su paseo rutinario por la tarde, entró al salón y le dijo a su esposa Susana:
—¡Tenemos que saber qué es lo que tiene adentro!
—¿Qué es eso? —preguntó Susana sorprendida mientras se acomodaba el vestido.
—Un cofre antiguo que encontré en la playa —dijo Oscar visiblemente emocionado.
Luego de limpiarlo un poco, se sentaron alrededor de la mesa del salón y comenzaron a detallarlo. Susana vio una pequeña escritura que tenía en la parte trasera e intentó descifrarla.
—"Cofre de la felicidad" —dijo Susana pausadamente.
—¡Lo sabía! ¡Tiene que esconder un tesoro pequeño pero muy valioso! —exclamó Oscar sin poder ocultar una enorme sonrisa.
Intentaron abrirlo de mil maneras, y les fue imposible lograrlo. Incluso fueron a una cerrajería, pero ni siquiera los expertos consiguieron abrirla. Aún así, Oscar llevaba varios días levantándose con ilusión de la cama, alegre, pletórico, al igual que Susana, que entre otras cosas había pensado que tal cofre solo podía esconder un hermoso anillo de diamantes de gran valor.
Hicieron planes, fantasearon alegres con vivir una vida diferente gracias al tesoro, hasta que un día la impaciencia por abrirla, empezó a desquiciarlos.
—¿Qué haces?
—Voy a romperla —dijo enérgicamente Oscar, mientras colocaba el cofre en el suelo y blandía su mazo de trabajo, para luego de apuntar, asestar un golpe que la destrozó casi por completo.
Los dos se quedaron boquiabiertos viendo lo que había dentro de ese pequeño cubo de metal. No era una joya, ni siquiera un anillo de bisutería, era tan solo un trozo de papel escrito.
—¿Qué dice Oscar? —dijo Susana intentando leerle los labios a Oscar mientras él abría el papel y lo comenzaba a ojear.
—"Si estás leyendo esto... es porque no eres feliz, de lo contrario no pensarías que la felicidad podría estar dentro. El que es feliz no busca la felicidad, la siente, la experimenta, la disfruta. La felicidad no está en esta caja, ni en tener grandes tesoros, sino dentro de ti. Sólo debes permitir que nazca, que fluya y después cuidarla y abrazarla tras cada amanecer.
Agradece y sonríe, porque estar vivos ya es un gran motivo para sentirnos felices.
Mario Miranda" —finalizó leyendo Oscar con mirada incrédula.
—Casi dos semanas felices, y ahora tristes por perder algo que antes ya no teníamos... "Felicidad". Solo que en la caja tampoco estaba... Qué irónico ¿no? —dijo Susana mirando a Oscar a los ojos.
Oscar y Susana después de varias horas de reflexionar sobre lo sucedido, reconstruyeron la caja y la dejaron arriba del mueble del salón, para que quedara a la vista y como recordatorio de que la felicidad no era un lugar, un destino, alguna cosa difícil de alcanzar, o simplemente algo externo. Sino que era más bien una forma interna de sentirse en paz, una actitud amable, comprensiva y amorosa de vivir agradecidos y con esperanza, sin renunciar a un futuro mejor.
Roberto Walker D.